Angelitos del alma


 

29 julio de 2009

A Raúl Bianco le faltaban pocos meses para cumplir los sesenta. De pronto sus cabellos se volvieron grises, la barba blanca y las ojeras más oscuras. Si su cara no terminaba de parecerse a una fotografía en blanco y negro era porque muy seguido se tornaba roja, sobre todo cuando discutía sobre política en el bar o de medicina en el ateneo del hospital.

Él esperaba de buen humor las mañanas de los viernes, momento en que se escapaba hasta los dispensarios de Colastiné o Santa Rosa de Lima para colaborar con los residentes. Le causó gracia enterarse, en uno de esos viajes relajados, que para los jóvenes médicos hacía rato era: “El Viejo”. Más allá de las canas, el mote lo tenía merecido por algunas conductas retrógradas; como enfurecer porque alguien usara el celular durante un pase de sala, o seguir llamando “dispensarios” a los CAPS (Centros de Atención Primaria de la Salud) de los barrios periféricos.  Cuando se le reprendía por esto, refunfuñaba: “Decirles CAPS sonará cool, pero no por ello se solucionan sus carencias; las mismas de la época en la que los llamábamos dispensarios”.

A pesar del cansancio acumulado desde el último otoño, cuando a causa del virus Influenza H1N1 se multiplicaron las consultas; aún era capaz de disfrutar si algún chico lo demoraba para formular una pregunta inocente o acercarle un dibujito.

Por entonces, concurrieron al consultorio de Bianco, los padres de Martín, de 6 años; Mariano, de 3 años y Jazmín, de 3 meses; para controlar el crecimiento y desarrollo de la niña. A dos meses de su último examen, a la nena se la veía rozagante y con buen tono.

La Madre: ¡Nos demoramos dos meses! Estaba lo de la Gripe A y a la bebé la veíamos mamar muy bien. ¡Con tres chicos, ya estoy canchera…!

El Padre: (interrumpiendo) ¡En este tiempo nos pasó de todo!... ¿Recordás que la última vez, mientras estábamos en el consultorio, me llamaron por el celular porque internaban a mi viejo por una descompensación cardíaca.

Bianco: (desorientado) Ah…

El Padre: (amplía) ¿Recordás qué a vos te molestó que sonara el celular mientras atendías?

Bianco: (recordando) ¡Sí!

El Padre: …Y que cuándo te dije la edad de mi papá, me contaste que era del mismo año que vos.

Bianco: ¡Sí, recuerdo! ¿Y cómo anda el abuelo?

El Padre: ¡Se murió hace una semana!

Bianco: (¡La puta! ¡Si tenía mi edad!)  … ¡Pobre!... ¿Y cómo les afectó a los chicos?

La Madre: Y…, viste…, les agarró distinto; El Mariano no se daba mucha cuenta, andaba en el triciclo cantando: ¡Se murió el abuelo!, ¡Se murió el abuelo! ¡La La…Laa..!

Bianco: ¿Y Martín?

El Padre: Martín, reaccionó diferente. Es más grande, viste… Me preguntó: ¿Adónde va el plasma del abuelo?

Bianco: (corrigiendo emocionado): ¿Preguntó si el alma del abuelo se iba para el cielo? ¿O algo así?

El Padre: ¡No, no! ¿Qué alma? ¡El plasma! Martincito me preguntó ¿Quién se iba a quedar con el plasma del abuelo? Un televisor fabuloso con una pantalla enorme. Lo había comprado hacía poco…

Bianco: (Abatido) …

Comentario

“Plasma”:  televisores de gran formato, de pantalla plana, con una mezcla de gases contenida entre dos láminas de cristal. A través de la electricidad los gases se transforman en plasma, el cual induce a que una sustancia fosforescente emita luz. Estos televisores transmiten imágenes de colores vívidos y alto contraste. Actualmente se dejaron de fabricar porque emanaban mucho calor y consumían demasiada energía eléctrica.

Comentarios

  1. Tragicómico muy bueno Juan Ca y .. el viejo como anduvo??
    Claudia Cavaglia

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  2. El señor que tenía mi edad, murió. Yo, con inocencia (y sordera) entendí que su nieto preguntó por el ALMA de su abuelo, cuando al pibito le interesaba saber quién se quedaría con el televisor gigante (el PLASMA)

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